He tenido la suerte de nacer en el mejor país del mundo, eso es indiscutible. Podría dar motivos históricos, geográficos, climatológicos, culturales, gastronómicos y encontraría muchísimo donde extenderme; pero ese no es el tema que nos concierne actualmente. Desde que tengo uso de razón he sido orgulloso hijo de ésta tierra, por la que he campado a lo largo y ancho intentando conocer y aprender cada vez más de ella en cada esquina en que paraba.
He sufrido por cada atentado de ETA, (pese a conocerla ya en su etapa armada final), por el 11-M, por las muertes de compañeros en Iraq, Afghanistán y Líbano mucho antes de entrar yo a la milicia, por los atentados de Cambrils, he lamentado cada tragedia que ha asolado el corazón de nuestros compatriotas. He celebrado cada éxito internacional, en cualquier deporte, en investigación, en medicina, siempre alegrándome cuando mi país está a la vanguardia, como hemos estado siglos y siglos hasta ahora. He contribuido a la sociedad de la mejor manera en todo lo que he podido y considerado, tanto con mis obligaciones tributarias y documentales, evitando siempre el fraude y las irregularidades, como de forma voluntaria y altruista participando activamente en voluntariados, actividades y actos administrativos destinados a mejorar o solucionar diferentes problemas que he encontrado a lo largo de mi vida. Estoy lejos de ser perfecto, pero desde luego considero que he sido un español preocupado por su barrio, su ciudad y su comunidad como piezas fundamentales de la buena marcha de su país.
Hace ya cosa de un lustro, (no podría determinar un momento exacto), que vengo observando hechos y posibilidades que suponen riesgos y amenazas graves, algunas directas para España, y otras indirectas como parte de una sociedad global en la que vivimos. Amenazas no necesariamente bélicas, sino muchas o la mayoría de ellas, sociales. Amenazas a muchísimas cosas que en tantos años de paz y estabilidad hemos dado por sentadas. Pocos o ninguno son los que se han querido molestar no en pensar como yo, sino en investigar por su cuenta si puede haber algo de cierto. Hoy, muchas de esas ideas que parecían exageraciones y locuras han resultado ser ciertas, y las que quedan.
Ya es tarde, sólo unos pocos han querido reaccionar y en ésta clase de neodemocracia en el que lo que importa es la mayoría pero no la cualificación, los idiotas decidirán el destino de un país contra el criterio del sentido común y de la propia supervivencia. Ya es tarde porque he dejado de buscar soluciones y formas de ayudar a quien no quiere ser ayudado. Ya es tarde porque en España, lo que conocíamos como Estado de Derecho o Estado de Bienestar, ahora es ya un Estado Fallido o Estado de la Arbitrariedad. No, no hablo porque así lo he oído, ni porque así lo he leído; tampoco porque lo diga uno u otro partido político, en gran medida cómplices de todo o colaboradores necesarios. Desgraciadamente hablo de la experiencia.
A mis 34 años, después de casi 16 prestando servicio a éste país, puedo decir que:
- La Administración Pública nos ha fallado a mí y a mi familia reiteradamente.
- La Justicia nos ha fallado a mí y a mi familia, (en especial a mi hija) reiteradamente.
- La Sanidad nos ha fallado a mi y a mi familia reiteradamente.
- Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y Locales nos han fallado a mi y a mi familia reiteradamente.
Dicen que no se muere quien se va. sólo se muere quien se olvida, por eso mi querida España, la que yo conocí y admiré, vives en mi corazón y en mi memoria porque fuera de allí estás muerta en vida, deambulando a través de los años infectada por un virus que te tiene sometida como un títere presa de la ideología en manos de otro títere infectado de narcisismo y egocentrismo, preso de las ansias de poder y todos al servicio de intereses externos y ajenos a ti y a tu pueblo; un pueblo que permanece dormido y enfrentado, debatiendo si alguien es menos español por ser negro o musulmán o más español por comer jamón y llevar un toro en la bandera.
Mientras realizan felaciones a quienes les mean en la cara y les dicen que llueve, a gente como yo, que me han llegado a llamar escoria sólo por tener sangre hispanoárabe, que ya no entremos en religiones, como mínimo, nos echarían del país. Pese a todo, aquí seguiré cuando llegue el momento, sin hacer distinciones por color, sexo o religión, entre aquellos que compartan éste sentimiento. Pero ahora no, aún no es ese momento. Aún queda un lento periodo de mayor decadencia y degrado de nuestro país, instituciones y sociedad. Aún hoy me siguen demostrando que todavía no hemos tocado fondo, primer paso para empezar a resurgir.
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